19/05/2022

19 de mayo - 22ª etapa - Foncebadón - Ponferrada.

 Sigo con las etapas durillas. Han quedado atrás aquellas etapas totalmente llanas de la meseta castellana en que en algunas ocasiones calificaba como sosas y aburridas. Sí, eran muy largas, pero ahora, además de largas tienen fuertes desniveles. Creo que echo de menos aquellos tranquilos campos que se perdían en el infinito... La de hoy, 26 kilómetros, con 230 metros de desnivel acumulado positivo y algo más de 1.100 metros de desnivel negativo. Información de la etapa de hoy a aquí:

FONCEBADÓN - PONFERRADA

A la salida del sol ya estoy en marcha. Este es uno de los momentos mágicos de cada etapa. El nacimiento de un nuevo día, nuevas energías, la reconfortante luz del amanecer... Lo mejor de lo mejor.

Nace un nuevo día

La de hoy es una etapa cargada de puntos de interés, con acusados desniveles y caminos en muy mal estado. Es de esas etapas que me hacen llegar al albergue hecha polvo. Pero vamos a ir paso a paso. Primero hay que subir a uno de los puntos más elevados del recorrido de hoy, con sus 1.496 metros de altitud, la Cruz de Ferro, que alcanzo en apenas dos kilómetros.

La Creu de Ferro es uno de los puntos más carismáticos del Camino. Historias y leyendas que se pierden en los albores de los tiempos... A los pies de la Creu de Ferro es costumbre dejar una piedra que con alguna petición basada en la fe, o cómo símbolo de dejar atrás algún problema.

La Creu de Ferro.

Este es uno de los lugares con más alto simbolismo del Camino de Santiago. Tradiciones, fe, simbolismo... creo que es lo suficientemente importante cómo para dejar un par de enlaces para que podáis tener a mano toda esta información


LA CRUZ DE FERRO



EL PORQUÉ DE SUBIR PIEDRAS A LA CRUZ DE FERRO

 

Bueno, ahora toca centrarnos en la etapa de hoy, una etapa que la he dividido en cuatro sectores muy bien diferenciados.

1 - De Foncebadón al Acebo. Destaca el punto más alto en la Cruz de Ferro y Manjarín, donde se encuentra el Refugio de los Templarios gestionado, por Tomás Martínez, un hospitalero y antiguo peregrino que sintió la llamada templaria durante una estancia en Ponferrada. Tras abandonar trabajo y vida personal, se embarcó, al igual que hace siglos hacía la orden del Temple, en la servicial misión de custodiar el largo caminar hacia Santiago. Tomás rehabilitó la antigua escuela de Manjarín y en 1993 abrió un albergue de ambientación medieval, en el que los peregrinos no hallarán comodidades ni lujos (no tiene baños ni duchas) aunque sí un lugar con energía donde poder descansar y orar tres veces al día. A lo largo de los años fue dándose a conocer por su costumbre de tocar una campana, vestido con túnica blanca y cruz roja, al paso de los caminantes. Veinte años después de su fundación, y ayudado por otros de los seguidores de la Orden del Temple Refundada, por este estratégico lugar ya han pasado más de 70.000 peregrinos.

Texto Albergues del Camino de Santiago


El puesto de Tomás, el último templario. El albergue se 
encuentra cerrado, por el momento.

Voy siguiendo en dirección al Acebo, al que llego ya en fuerte descenso y por un camino sembrado de piedras que me machacan los pies. Como todo el descenso sea así, lo tengo claro... Además, al llegar al Acebo me he llevado un susto monumental. He parado en muchos sitios: a tomar un café en una caravana que, pobres, era su primer día e iban muy despistados. En la Cruz de Ferro. En Manjarín, intentando hablar con Tomás, el último templario, pero que no estaba (según su compañero, que estaba al frente del chiringuito, había ido al huerto a por pimientos...) y no pude verle. En el Acebo paré a hacer fotos en un mirador. Y al dejar El Acebo, miro el reloj y casi me da un infarto: ¡Las 11'30 de la mañana! Y sólo llevo hechos doce kilómetros y de los más planitos... cómo siga a este trepidante ritmo, llegaré a Ponferrada por la noche. Paro un ratito a comer un bocata, beber agua y mentalizarme de no embobarme tanto, aunque... me encanta entretenerme en todos esos puntos tan interesantes. Si llego a última hora de la tarde, ¡Qué más da! 😉

El Acebo. Al fondo, muy al fondo, Ponferrada. Da vértigo sólo
de pensar que tengo que estar allí esta tarde...

2 - De El Acebo a Riego de Ambrós. El desnivel también es potente, pero los caminos están libres de piedras, cosa que mis pies agradecen muchísimo. Esto me ha permitido avanzar bastante y hacer un descansito en el precioso pueblito de Riego de Ambrós.

Casas muy antiguas, en Riego de Ambrós.

3 - De Riego de Ambrós a Molinaseca. Para mí, este ha sido el peor tramo. Un camino con fuerte desnivel de bajada y muy pedregoso en todo el tramo de algo más de cuatro kilómetros. El fuerte calor y el esfuerzo por mantener el equilibrio al bajar de piedra en piedra, hace que todos los peregrinos lleguemos a Molinaseca exhaustos y con ganas de una cerveza bien fresca. Pero... Me faltan más de seis kilómetros para acabar la etapa de hoy. Por lo tanto, parada técnica para refrescarme con una cervecita y tomar aliento, y a seguir. 

San Nicolás de Bari, Molinaseca.

4 - De Molinaseca a Ponferrada. Los últimos seis kilómetros hasta llegar al albergue, se me hacen bastante largos... no... ¡Eternos! Vale, el camino ya es llano, todo asfalto, pero con el calor que está haciendo y las pocas sombras, se hace bastante duro... Y eso que acorto un tramo... Desde Molinaseca hasta Ponferrada voy por la carretera, y poco antes de llegar, el camino se bifurca. El camino actual se dirige a la izquierda, al pueblo de Campo, pero veo que las señales también siguen por la carretera, por lo tanto, decido no dar tanto rodeo y seguir recto. 

Hoy noche en uno de los mejores albergues: Albergue parroquial San Nicolás de Flüe. Gran capacidad de peregrinos,  grandes y espaciosos jardines, y el trato, de lo mejor. Toda la información de este albergue, en este enlace:

ALBERGUE PARROQUIAL SAN NICOLÁS DE FLÜE

Por la tarde, tras una ducha y una comida reparadora, aun puedo dedicar un tiempo a visitar la ciudad, en la que destaca el Castillo de los Templarios i la Basílica Nuestra Señora de la Encina.

Castillo Templario

A pesar de la dureza del camino, el calor, las piedras, el desnivel, y no sé cuántas cosas más, tengo que reconocer que ha sido una magnífica etapa, por las vistas, los pueblos, las gentes...

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