Ya está todo a punto. He entrenado todo lo que he podido, la mochila está preparada y la ilusión y los nervios rezuman por todos los poros de mi piel. Iba a cumplir uno de los sueños de mi vida. O al menos iba a intentarlo, por que, ¡dejémonos de tonterías! Hacer el Camino de Santiago desde Roncesvalles, casi 800 kilómetros en 31 días, en solitario, con la mochila al hombro, no es un juego de niños. Y es normal que un par de días antes de iniciar el Camino se me plantearan un montón de dudas, todas ellas razonables.
¿Lo conseguiré? ¿Tengo la suficiente fuerza física para superar este reto? ¿Me sentiré demasiado sola? ¿Sabré resolver los muchos incidentes que se me pueden plantear? Preguntas y más preguntas, dudas... todo normal.
Cuando me planteé hacer el Camino de Santiago por primera vez, hace ya bastantes años, por fortuna supieron quitarme la idea de la cabeza y hacerme desistir. Y digo por fortuna porque si lo hubiera intentado en aquellos momentos, hubiera fracasado estrepitosamente. Hubiera "pinchado" en pocos días y me habría tenido que volver a casa con el rabo entre las piernas, con la ilusión rota por culpa de alguna lesión o similar, con el sabor amargo de la derrota en la boca, y lo peor de todo, con ganas de enterrar para siempre el tema Camino de Santiago.
En aquellos momentos no tenía ni idea de dónde me estaba metiendo. Sin la preparación física adecuada, sin haber estudiado ninguna guía ni mapa ni nada, sin conocer nada sobre la esencia del Camino... De hecho, recuerdo que me lo planteé más cómo un reto físico, cómo una ruta de senderismo cómo otra cualquiera, sin tener ni idea de lo que en realidad representa el Camino de Santiago.
Pero a veces el destino nos deriva por caminos que ni nos atrevemos a sospechar.
Hace unos años entré en contacto con el Camino de Santiago. Un amigo solía decir que, cuando se jubilara, su deseo sería hacer el Camino de Santiago, a tramos de pocas etapas cada año. Y cumplió su sueño. Cuando se jubiló, formó un grupo de ocho personas, entre las que tuve el placer de estar, y empezamos a planear las primeras etapas. Me atrapó desde el primer momento.
Empecé a conocer y sentir la esencia del Camino, su magia. Empecé a conocer su historia, el sentido de la peregrinación, los testimonios de los peregrinos... cuanto más descubría, más ganas de conocer tenía. Cuanto más profundizaba en su historia, más vivo lo sentía en mi interior, y más intensas eran las ganas de descubrir todos sus secretos.
Hice varios tramos del Camino con mis amigos, me lo pasé en grande, lo viví y lo disfruté al máximo, pero siempre me quedó un asunto pendiente con el Camino. Siempre me quedaron las ganas de hacerlo sola, viviendo y sintiendo la auténtica esencia del peregrinaje y el Camino de Santiago. El calor de la acogida en los albergues públicos, el valor de la amistad y el compañerismo entre los peregrinos... Y así lo hice.
Hace unos meses conocí a un chico, que se convirtió al poco en mi pareja y compañero de viaje por la vida, que lo había recorrido íntegramente unos años atrás, y me empezó a contar las maravillas del Camino. Empecé a estudiar y empaparme de su historia, sus personajes, las vivencias de los peregrinos, y no pude resistirme.
Con su ayuda, sus consejos y con mucha ilusión, empecé a prepararlo. Y esta vez con la seguridad de que todo iba a salir bien, con la lección aprendida y los deberes hechos. Con la certeza que, salvo por causa de fuerza mayor, volvería a casa con la cabeza bien alta, con la satisfacción de haber logrado mi reto. Pero sin olvidar que no fue por casualidad, que para lograrlo me tuve que sacrificar con entrenos y tuve que aprender muchas cosas. Cosas básicas, casi de cajón, pero que necesitas saber y conocer para que no te arruinen el Camino.
Y a pesar de ello, a tres días de empezar la primera etapa, las dudas y un cierto temor seguían revoloteando sobre mi cabeza...
Normal, me decían todos. Es normal... así pues, una última noche de poco dormir (los nervios y la emoción a flor de piel no me lo permitían), y salgo de mi zona de confort. En unas pocas horas me enfrentaré a mis miedos, intentaré superar todos los escollos que se me presenten y pondré a prueba mi cuerpo y mi mente...
Esta tarde hemos dado un paso mas. Adquirimos las credenciales en Girona hace unos pocos días, en l'Associació d'Amics del Camí de Sant Jaume de Girona, y allí ya nos estamparon su sello, el primero de muchos.
Pero nuestra ilusión era obtener la bendición del párroco de la iglesia parroquial de nuestro pueblo. Y esta tarde, mi compañero y yo hemos asistido a la misa y hemos recibido su bendición en una de las capillas. En la capilla de la Virgen de Montserrat. Muy emotivo para nosotros. También hemos conseguido el segundo sello para la credencial... la emoción está a flor de piel.
Seguiré informando...
Ultreia et Suseia! |
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