Hacer el Camino de Santiago es una experiencia que no deja a nadie indiferente. Por descontado que hay muchas maneras de hacer el Camino de Santiago. Y todas son válidas. A pie, en bicicleta, a caballo, con mochila al hombro, con transporte de mochilas, en albergues municipales, alojamientos privados...este es un tema muy personal de cada uno
La ventaja es que siempre tienes personas de confianza a tu lado, desde el primer momento, para hablar, reír, y solucionar los pequeños contratiempos que puedan ir surgiendo.
Por otro lado, te encierras en el grupo. Poco hablas con gente de fuera del grupo, poco interactúas con el resto de la gente, y son pocos los peregrinos con los que vamos a vivir la esencia del Camino, la magia de vivir y compartir historias y vivencias.
Me habían hablado de la Magia del Camino, me habían explicado que peregrinar a Santiago de Compostela te cambia la vida, y también me habían dicho que las sensaciones que se sienten no se pueden explicar con palabras, que hay que vivirlas. Y es cierto. Por mucho que te lo expliquen, por mucho que intentes entenderlo, no puedes comprenderlo hasta que no lo vives.
Por eso tenía ganas de hacerlo en solitario, alojándome en albergues municipales o parroquiales y cargando la mochila con lo necesario sobre mis hombros. Quería hacerlo empapándome de todas las sensaciones, historias y leyendas de los lugares por los que iba a pasar. Quería compartir espacios, amistad, confesiones, secretos, promesas, palabras de consuelo... con otras personas que, por algún desconocido motivo para mí en estos momentos, tenían las mismas necesidades que yo.
Deseaba depender de mí misma, de mi forma física, mis conocimientos y habilidades, mi capacidad de reacción y mi sentido común para resolver los pequeños escollos o problemas que me fuesen surgiendo. Deseaba conocerme a mí misma, conocer mis capacidades y mis límites, saber en qué cosas acierto y en qué cosas puedo mejorar. Deseaba poner mi cuerpo y mi mente en jaque, para conocer mi límite.
Además, necesitaba dar respuesta a algunas preguntas que últimamente se me habían planteado y que sólo en estos momentos de soledad que te brinda el Camino, en estas largas etapas en que recorres varios kilómetros en solitario, sin hablar con nadie, y en los que tu mente puede detenerse, limpiarse de las ideas y conceptos que no te llevaban a ninguna parte, y replantearse todo desde cero, sólo así, es posible ver las respuestas y las soluciones con claridad.
Para todo ello, conté con la inestimable ayuda de mi compañero. Él hizo el Camino Francés en 2015. Y él fue quién me puso la miel en los labios y me dio el último empujón para llevar a cabo esta extraordinaria aventura. Gracias a él no he ido a ciegas. Me ayudó a programar hasta el último detalle, pero teniendo flexibilidad para reorganizar lo que hiciera falta. Me ofreció información de todo tipo, me mostró páginas y guías donde obtener toda la información, me asesoró y me dio consejos de toda clase, me ayudó a abrir mi corazón y comprender que el Camino de Santiago, no es cómo las demás rutas de senderismo.
Me ayudó a ver que el Camino de Santiago se camina con los pies, y se siente con el corazón.
Ultreia et Suseia! |
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